La mujer guajira va siempre vestida de gala. El sol les aviva los colores y el viento bravo le da la gracia de la llave. En el borde de Paraguaipoa, Guajira abajo el mercado de los Pirúos, el mercado guajiro, punto de convergencia para el comercio de las comarcas indígenas.
Y las agujas son también tambores a cuyo son van brotando la danza del color, y se hace el silencio cuando el indio toca su violín en un susurro dulce. Paisajes del sur, ya al atardecer en Sinamaica, que es la vieja comarca sobre el agua, tan vieja que hace cinco siglos dio el nombre a Venezuela En la boca del lago, el Castillo de San Carlos, donde parece que las voces de la historia aún resuenan entre los viejos muros. Cabimas, Mene Grande, Lagunillas, ciudades petroleras con pozos en las calles, es oro negro para el mundo. Balancines, tuberías y hombres han estado por más de medio siglo al servicio del mundo.
El gigantesco complejo petroquímico de El Tablazo, también para el mundo, multiplica y da mil formas al petróleo, pero también la cría y la agricultura son otro regalo de la tierra generosa en los fértiles valles de Perijá y de Santa Bárbara. Y el oro blanco, la leche que produce el Zulia, ya cubre las necesidades de casi todo el país y también se multiplica en mil derivados.
Los Timbales, ritmo enervante que crece dentro y se desborda fuera, retumba en las venas y en los montes, como una tradición negra de San Benito, al sur del lago. Vías de progreso abiertas por el puente más largo del mundo sobre el lago más grande de Suramérica.
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